Si existe algún tipo de truco para vivir mejor, pienso que es: cuestionarse. Ojo: no cuestionar (aunque también) si no: cuestionarse, hacerse preguntas sobre sí mismo y reflexionar (flexionar hacia adentro), acerca de ellas.
Quizá una de las más valiosas es la pregunta sobre el origen de lo que hemos “aprendido” en el transcurso de nuestra vida. Porque, cuando revisamos estos aprendizajes, nos damos cuenta que muchos son ajenos, que no han pasado por la experiencia propia, y por ende no han sido verificados.
A esas “verdades” que tomamos como propias, -cuando no lo son-, y que asumimos como ciertas sin ponerlas a prueba, las llamamos creencias.
Tener creencias es un intento por resolver la incertidumbre inevitable de la vida, por encontrar un piso que nos impida caernos. Como alguna vez dijo Osho nos la pasamos buscando algo que nos confirme lo que pensamos, algo en que creer, algún lugar al que pertenecer, alguien en quien confiar. Buscando, en últimas, una prisión para vivir cómodos: encerrados, pero cómodos. Y, atraídos por ese deseo de certeza silenciamos la consciencia y dejamos de hacernos preguntas por el miedo a que las respuestas nos demuestran que estamos equivocados.
Aprender quiere decir “adquirir un conocimiento por medio del estudio, el ejercicio o la experiencia y retenerlo en la memoria”. Aquí la palabra clave es: experiencia, porque antes de retener un conocimiento deberíamos identificar si nos aplica o no, y la única forma de hacerlo es probándolo en nuestras vidas. Podemos estudiar mucho y tener mucha información pero para que todo eso se convierta en sabiduría tiene que atravesar la experiencia.
Desaprender es la única linterna que nos permitirá recorrer ese camino. Porque el verbo mismo nos invita a la apertura, a abrirle paso a las cosas nuevas, a dejar que entren para desmentir nuestras creencias y darle lugar a información que pueda traernos mayor bienestar. Y, apertura, -contrario a lo que podríamos pensar-, no significa ser crédulo y seguir todo lo que otro dice. Significa escuchar con disposición, sin la intención latente de contradecir, tratando de buscar qué hay de cierto en el discurso ajeno, para luego pasar esas lecciones por la experiencia propia y permitirnos descubrir si nos hacen o no sentido.
La dificultad frente a esto es que la mayoría de los seres humanos creemos que tenemos apertura pero lo que hacemos es escuchar a otro con la intención de confirmar lo que pensamos o sentimos, pero no con la intención de descubrir algo nuevo o diferente.
Hazrat Inayat Khan, una de estas personas sabias que escriben libros para darnos la oportunidad de que repensemos nuestra forma de vivir, dijo: “quien se aferra a sus creencias, a sus ideas, no progresa”. Explicó también que “mientras más vasto se vuelve cada uno, más entendimiento le llega y puede ver con más facilidad que cada punto de vista está bien. Si se es capaz de expandirse a la conciencia de otra persona, la conciencia de uno se hace tan grande como la de dos personas. Y así, puede ser tan grande como la de mil personas, cuando uno se acostumbra a tratar de ver lo que otros piensan”.
Mi frase favorita de Inayat Khan, la que quiero que se lleve cuando termine de leer esto es: “mientras más sabio se vuelve, se es más capaz de contradecir las propias ideas”. Pero, por favor, no se la crea: mejor tómela y dese la oportunidad de empezar a comprobarla) en su propia vida.